La gramática tradicional dedicada a la descripción y clasificación de hechos cayó en desacredito durante el siglo pasado. Se puso en tela de juicio su carácter científico, pues carecía de leyes. Estas sólo son posibles cuando se produce la regularidad en los fenómenos observados, y todo en el lenguaje parecía como asistemático, irregular y anómalo.
En esta etapa de grandes descubrimientos y progresos de las ciencias naturales que fue el siglo XIX, la fuerza de los principios gramaticales establecidos parecía inconsistente. Pero a finales del siglo XVIII varios investigadores habían llegado a la conclusión de que el sánscrito, antigua lengua sagrada de la india, guardaba relaciones con el griego y el latín. De este descubrimiento se originó la llamada gramática comparada, dedicada a comparar entre sí lenguas próximas y remotas para definir parentescos y familias. Nació así la teoría del árbol genealógico enunciada por Schleicher, según la cual existió un primitivo idioma desaparecido- el indoeuropeo- del cual, como las ramas cada vez más abundantes, pequeñas y distantes de un árbol, surgieron multitud de lenguas que a su vez dieron origen a otras.
Según esta teoría, al tronco indoeuropeo pertenecían el sánscrito, el griego, el latín, el germánico y el eslavo. A su vez de estas lenguas se gestaron otra, como sucedió efectivamente con el latín, que dio lugar al grupo de las lenguas neolatinas o romances.